En el texto apócrifo llamado “Libro de la Infancia del
Salvador”, sección 5, nos encontramos con un pasaje muy bonito, en donde Jesús
atiende las necesidades de su madre:
Otro día por la mañana, cuando todavía el rocío
templaba la fuerza del sol, subieron María y José de las regiones de Tiro y
Sidón a Nazaret. A medida que subía el sol, María se sentía más pesada y acabó
por sentarse en tierra presa de la fatiga.
Y dijo a José: “Ha subido la fuerza del sol por lo que
me siento agobiada. ¿Qué puedo hacer? No hay una sombra para cobijarme”. Y
elevando las manos al cielo, oró diciendo. “¡Oh virtud del altísimo!, según
aquella palabra amable que oí en una ocasión sobre ti, cúbreme con tu sombra y
dame tu refrigerio”. Jesús al oír estás palabras, se alegró y clavó en tierra
el palo seco que sostenía en la mano a modo de bastón y dijo con tono de mando:
“Proporciona inmediatamente a mi madre una sombra gratísima”. Y al punto
aquella vara se transformó en un árbol espero y frondoso que ofrecía a los que
descansaban a su sombra un dulce refrigerio.
* * *
Recientemente se celebró el día de la madre, y ese día
no publiqué nada, pero lo hizo con alevosía y premeditación, ya que yo estaba
dedicado 100% a mi madre y mi suegra; de modo que ese día fuera en verdad su
día, solo busqué (junto a mi esposa) que se sintieran atendidas. Y aunque sé
que hay madres que no han querido ser y abandonan a sus hijos, también hay
madres que son déspotas y madres que son muy difíciles de complacer, siempre hay
algo que podamos hacer por ellas. Jesús, por supuesto con todo su poder, toma
una rama seca y hace florecer un árbol. Nosotros no podríamos hacer eso, pero
sí que podríamos hacer mucho más por nuestra madre, y no solo el día de la
madre, sino cada vez que la veamos, ¿es difícil?, sí, pero si fuera fácil, ¿valdría
la pena?.
Que Dios nos de sabiduría para saber apreciar lo que
nuestra madre y podamos hacer por ella tanto como nuestras vidas no lo
permitan.
¡Feliz domingo!