El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Sin embargo, el que escucha mis palabras y no las pone en práctica es como aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, se chocaron contra la casa, y está se derrumbó. Y su ruina fue grande.
Mateo 7, 24-27
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Hoy en día con tanto odio que se ve en las propias familias, entre hermanos, entre padre y madre, entre padres e hijos, entre hijos y abuelos, entre abuelos y padres; no nos queda otra que salir a la calle encomendándonos a Dios. Y créalo o no, Dios nos cuida a todos. Ahora, qué ocurre con las enseñanzas de Jesús? Se quedaron impresas en ese mamotreto de libro llamado Biblia que tiene más polvo que toda la casa? Si es así, ahí tenemos un problema grave, pues, como Él mismo dice en el texto citado, somos entonces el necio y no el prudente.
Si en cambio, tomamos un rato ese texto, y considere solo el Nuevo Testamento, créame que comenzará a ver al mundo con otros ojos, con los ojos compasivos de Jesús.
Vayamos pues de la palabra a la acción, para hacernos dignos hijos de Dios, así como nos dice Jesús que podemos llegar a ser.
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