Mateo 25, 15-30: Sucederá también con el reino de los cielos como con un hombre que, estando a punto de irse a otro país, llamó a sus empleados y les encargó que le cuidaran su dinero.
A uno de ellos le entregó cinco mil monedas, [2] a
otro dos mil y a otro mil: a cada uno según su capacidad. Entonces se fue de
viaje.
El empleado que recibió las cinco mil monedas hizo
negocio con el dinero y ganó otras cinco mil monedas. Del mismo modo, el que
recibió dos mil ganó otras dos mil. Pero el que recibió mil fue y escondió el
dinero de su jefe en un hoyo que hizo en la tierra.
Mucho tiempo después volvió el jefe de aquellos
empleados, y se puso a hacer cuentas con ellos. Primero llegó el que había recibido las cinco
mil monedas, y entregó a su jefe otras cinco mil, diciéndole: “Señor, usted
medio cinco mil, y aquí tiene otras cinco mil que gané.”
El jefe le dijo: “Muy bien, eres un empleado bueno y
fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y
alégrate conmigo.”
Después llegó el empleado que había recibido las dos
mil monedas, y dijo: “Señor, usted me dio dos mil, y aquí tiene otras dos mil
que gané.”
El jefe le dijo: “Muy bien, eres un empleado bueno y
fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y
alégrate conmigo.”
Pero cuando llegó el empleado que había recibido las
mil monedas, le dijo a su jefe: “Señor, yo sabía que usted es un hombre duro,
que cosecha donde no sembró y recoge donde no esparció. Por eso tuve miedo, y
fui y escondí su dinero en la tierra. Pero aquí tiene lo que es suyo.”
El jefe le contestó: “Tú eres un empleado malo y
perezoso, pues si sabías que yo cosecho donde no sembré y que recojo donde no
esparcí, deberías haber llevado mi dinero al banco, yo, al volver, habría
recibido mi dinero más los intereses”.
Y dijo a los que estaban allí: “Quítenle las mil
monedas, y dénselas al que tiene diez mil. Porque al que tiene, se le dará más,
y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.
Y a este empleado inútil, échenlo fuera, a la oscuridad. Entonces vendrán el
llanto y la desesperación.
* * *
Un pasaje largo y que tiene vigencia hoy y siempre. Lo
importante que trata de transmitir el Maestro en esta parábola es simple:
usemos nuestros talentos, porque en la medida que los usemos, seremos recompensados
con más, el doble o más.
Una sola advertencia: que el talento no se transforme
en arrogancia, sino pierde su valor.
Feliz inicio de semana.
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