Cristo ha sido muy malinterpretado por el mundo. Incluso los principios más elementales de sus enseñanzas han sido profanados --crucificados a manos del dogma, los prejuicios y la falta de entendimiento y la profundidad esotérica de esos principios ha quedado en el olvido.
Bajo la supuesta autoridad de doctrinas del cristianismo forjadas por el hombre, se han librado guerras genocidas y se ha quemado a gente en la hoguera bajo la acusación de brujería o herejía. ¿Cómo podemos resca-
tar estas inmortales enseñanzas de las garras de la ignorancia? Es precisoconocer a Jesús como un Cristo oriental, como un yogui supremo que manifestó completo dominio sobre la ciencia universal de la unión con Dios
y, por lo tanto, pudo hablar y actuar como un salvador contaba con la voz y la autoridad de Dios. Jesús ha sido occidentalizado en exceso.
Jesús era oriental, tanto por nacimiento como por lazos de sangre y la instrucción recibida. Disociar a un maestro espiritual de sus oríge-
nes y entorno es empañar el entendimiento a través del cual se le debe percibir. Con independencia de lo que Jesús el Cristo era por sí mismo -en lo relativo a su propia alma-, por el hecho de nacer y haber alcanzado la madurez en Oriente, él tuvo que utilizar la civilización oriental, sus costumbres, peculiaridades, lenguaje y parábolas como instrumento para divulgar su mensaje. Por lo tanto, con el fin de entender a Jesucristo y sus enseñanzas debemos estar receptivos y bien predispuestos hacia el punto de vista oriental -en especial, hacia la civilización antigua y moderna de la India, sus escrituras religiosas, tradiciones, filosofías, creencias espirituales y experiencias metafísicas intuitivas—. Si bien las enseñanzas de Jesús, desde la perspectiva esotérica, son universales, están impregnadas de la esencia de la cultura oriental y se encuentran arraigadas en influencias orientales que se han adaptado al ambiente occidental.
Podemos comprender correctamente los Evangelios a la luz de las enseñanzas de la India: no de interpretaciones distorsionadas del hinduísmo, con su opresivo sistema de castas o la práctica de adorar piedras, sino de la sabiduría filosófica de los rishis cuyo objeto es la salvación del alma, es decir, aquellas enseñanzas que constituyen no la cáscara sino el meollo de los Vedas, los Upanishads y el Bhagavad Guita. Esta esencia de la Verdad (el Sanatana Dharma o los eternos principios de la rectitud que sostienen al hombre y al universo) le fue conferida al mundo miles de
años antes de la era cristiana y se conservó en la India con una vitalidad espiritual que ha convertido la búsqueda de Dios en el único propósito de la vida y no en un simple pasatiempo de salón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario