miércoles, 17 de marzo de 2010

La lámpara y la luz

Nadie enciende una lámpara y la pone en un lugar oculto o cubierta con una vasija de barro, sino sobre el candelero, para que los que entren vean la claridad. Tu ojo es la lámpara del cuerpo; cuando tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado; pero cuando está enfermo, tu cuerpo está en tinieblas. Te cuidado para que la luz en ti no se convierta en oscuridad. Y si tu cuerpo entero está iluminado y no hay en él nada oscuro, todo él brillará como cuando la lámpara te ilumina con su resplandor.

Lucas 11, 33-36

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Nuestros ojos son testigos de todas las cosas que hacemos, de todas las cosas que vemos que otros hacen; a través de ellos, muchos pueden ver quienes somos en realidad, en la medida que son transparentes.
Cuando una persona se siente mal por algo que hizo, en sus ojos se nota el dolor. Al igual, de cuando lloramos por la pérdida de un ser querido, en nuestros ojos se nota su ausencia.
Si estamos alegres, nuestros ojos son vívidos, y si estamos enamorados en nuestros ojos también se revela el amor que sentimos. ¡Nada como unos ojos enamorados!

Cuando estamos bien, nuestros ojos reflejarán que estamos bien, seremos la luz; no tengamos miedo de dejar ver cómo estamos realmente a nuestros amigos y familiares, ya que así puede tener una mejor idea de nuestra verdad.

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