Quizás el momento cumbre en la carrera de Jesús como
predicador de la buena nueva fue en el monte de Getsemaní, recordemos que en
ese momento él sabía que lo iban a traicionar y entregar a los romanos para que
lo mataran.
Repasemos el pasaje con Marcos 14, 35-36: “Jesús se
adelantó un poco, y cayó en tierra suplicando que, si era posible, no tuviera
que pasar por aquella hora. 36 Decía:
"Abbá, o sea, Padre, si para ti todo es posible, aparta de mí esta copa.
Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.”
¿Quiere decir que Jesús fue débil? ¿O qué tuvo un
momento de debilidad? Pues sí, eso es exactamente lo que parece, sin embargo,
es más un momento de fortaleza cuando dice: “Pero no se haga lo que yo quiero,
sino lo que quieres tú”, es decir, pensó no puedo poner mis deseos por encima
de los de mi Padre. ¡Que duro! Los cristianos y católicos siempre hablan de que
Jesús fue Dios mismo, y que junto al Espíritu Santo completan un único Dios en
tres personas.
Pasajes como este me hacen dudar de que Jesús haya
sido Dios junto al Padre, es decir, no por el hecho de que duda si se puede
hacer las cosas de otra manera y saltarse su muerte, sino que él mismo se está
diferenciando cuando dice que se haga la voluntad del Padre y no la de él, pero
esto quizás sea harina de otro costal.
Lo cierto es que a veces aceptar sea la manera
adecuada de mostrar fortaleza antes los hechos, hay cosas que las queremos a
nuestro modo de pensar, pero seguramente
el Padre nos tendrá algo diferente preparado, sin embargo, hay que estar muy
atentos y mantenernos a la espera de las señales adecuadas, y si se avecina
algo feo, pues ser fuertes y mantenernos firmes como Jesús: “no se haga lo que
yo quiero, sino lo que quieres tú”.
Feliz inicio de semana.
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