En Lucas 8, 22-25 nos encontramos con el siguiente texto:
“Uno de aquellos días subió Jesús con sus discípulos a una barca y les dijo:
-Pasemos a la otra orilla del lago.
Y comenzaron la travesía. Mientras navegan, Jesús se durmió. Entonces una tempestad se desató sobre el lago, y la barca comenzó a hundirse, con el consiguiente peligro de naufragio. Los discípulos se le acercaron y lo despertaron, diciendo:
-¡Maestro, maestro, nos hundimos!
Jesús se levantó y ordenó calmarse al viento y al oleaje; éstos amainaron y el lago quedó en calma. Entonces dijo a sus discípulos:
-¿Dónde quedó su fe?
Y llenos de miedo y asombro se decían unos a otros:
-¿Quién es éste que manda incluso a los vientos y el agua, y lo obedecen?“
Este mismo pasaje lo consiguen, palabras más o palabras menos, en Marcos 4, 35-41 y en Mateo 8, 23-27. Si yo hubiese estado ahí, o cualquiera de nosotros en general, y vemos como Jesús calma la tempestad, seguramente nos hubiésemos asombrado también.
Sin embargo, este pasaje lo seleccioné no para señalar el poder de Jesús, sino más bien para hacer una pequeña semejanza o metáfora entre esa tormenta y las tormentas que a veces tenemos en nuestro corazón, en nuestro interior.
No son pocas las veces que estamos atormentados por un sinnúmero de cosas, por ejemplo, problemas en la familia, en el trabajo, con nuestra pareja, y pare usted de contar. A veces nuestro mundo interior es una verdadera tempestad.
Por lo general, uno se gasta tratando de ir solucionando problema tras problema, o quizá trata de solucionarlos al mismo instante, peor aún. Sin embargo, hay ciertas tribulaciones que no debemos dejar que sucumben a nuestro corazón, así que hay que hacer como hizo Jesús: decirle a la tormenta que se calme.
En esta metáfora, es calmar nuestro mundo interior, callar nuestra mente de tanto pensamiento que nos atribule, y que a veces son simplemente cosas absurdas. ¡Ah! Muy bien ¿verdad? Pero y ¿cómo hacemos eso? Bueno, el primer “truco”, y quizá el más antiguo de todos es “teniendo fe”, precisamente Jesús le pregunta a sus discípulos en el texto “¿Dónde quedó su fe?”. Entonces, tengamos fe en que sí podemos calmar esa tempestad interior que nos agobia el corazón y que a veces no nos deja vivir el ahora a plenitud.
Feliz domingo a todos.
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Excelente mensaje!!!
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