El término "apócrifo" significa etimológicamente "ocultos", "escondidos". De alguna forma, la denominación primitiva alude a una reserva intencionada, pues para ciertos eclesiásticos como para algunos herejes, se trataría de obras solamente conocidas y utilizadas para un grupo privilegia de iniciados. La etiqueta les era especialmente útil ya que estos escritos eran fuertemente criticados y repudiados por los ortodoxos, que los señalaban como peligrosos y desviados de la doctrina verdadera.
El significado actual de "apócrifo" ha variado de esta aceptación primigenia y significa "falso", "rechazado" por la ortodoxia, por lo que está dedicado especialmente a las obras que imitan a los géneros literarios bíblicos pero que no han sido admitidos por La Iglesia en el canon de los libros inspirados.
Los escritos apócrifos han tenido un influjo efectivo en la tradición cristiana y en el desarrollo de sus doctrinas. Dogmas importantes están basados en tradiciones, cuyo testimonio escrito se encuentra básicamente en estos textos. Así, la asunción de la Virgen es el núcleo de los apócrifos asuncionistas. La virginidad perpetua de María está expresada plásticamente en los Evangelios de la Natividad. La misma divinidad de Jesús aparece en los apócrifos de una forma más rotunda que en los canónicos.
No todos los evangelios apócrifos se han conservado en su integridad, pues desde los siglos III y IV la Gran Iglesia hizo lo posible por anular su influencia, bien descalificándolos, aniquilándolos o sometiéndolos a una profunda revisión.
Algunos evangelios apócrifos: Evangelios de la Natividad, los de la Infancia, los de la Pasión y Resurrección, los Asuncionistas y la Correspondencia (Cartas) de Jesús.
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