Lucas
6,27-36: 38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo
os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito
y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue
a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que
quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced
bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45
para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su
sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
46
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también
lo mismo los publicanos?
47
Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen
también así los gentiles?
48
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es
perfecto.
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* *
Muchas
enseñanzas en un solo pasaje, pero el núcleo de todo es como tratar a quienes
consideramos nuestro enemigo. Pero, a veces me pregunto ¿quiénes son realmente
nuestros enemigos? Parece trivial, pero para mí no lo es. Para comenzar a veces
nuestro enemigo es nuestro propio yo, nuestros pensamientos. Luego, a veces
nuestra propia familia son nuestros enemigos, en vez de ayudarnos nos
perjudican con sus comportamientos. A veces, hasta nuestros amigos se pueden
transformar en nuestros enemigos bajo ciertas circunstancias. Así que la
sabiduría del maestro va más allá de lo obvio, va más allá de simplemente mejorar
la ley o ampliarla. Lo que ocurre realmente es que la perfecciona. Elimina el
ojo por ojo y diente por diente, es decir, no devuelvas mal por mal. Al que te
trate mal hazle bien, es decir, se su maestro y muéstrale como se hacen las
cosas realmente. Si solo amamos a los que nos interesan y ya, ¿qué esfuerzo
estamos haciendo realmente? Esto puede traducirse en tolerancia, y la voy a
llevar hasta el extremo de ser tolerantes con aquellos con los que no
compartimos nuestra religión y, en general, nuestras creencias. El Padre es
tolerante con sus hijos “malos” y “buenos”, y nos trata a todos por igual. Así
que, como hijos de Él, el reto es ser como nuestro Padre.
¡Feliz
inicio de semana!
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