lunes, 18 de diciembre de 2017

El amor hacia los enemigos

Lucas 6,27-36: 38 Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 42 Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.
43 Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.
46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?
47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

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Muchas enseñanzas en un solo pasaje, pero el núcleo de todo es como tratar a quienes consideramos nuestro enemigo. Pero, a veces me pregunto ¿quiénes son realmente nuestros enemigos? Parece trivial, pero para mí no lo es. Para comenzar a veces nuestro enemigo es nuestro propio yo, nuestros pensamientos. Luego, a veces nuestra propia familia son nuestros enemigos, en vez de ayudarnos nos perjudican con sus comportamientos. A veces, hasta nuestros amigos se pueden transformar en nuestros enemigos bajo ciertas circunstancias. Así que la sabiduría del maestro va más allá de lo obvio, va más allá de simplemente mejorar la ley o ampliarla. Lo que ocurre realmente es que la perfecciona. Elimina el ojo por ojo y diente por diente, es decir, no devuelvas mal por mal. Al que te trate mal hazle bien, es decir, se su maestro y muéstrale como se hacen las cosas realmente. Si solo amamos a los que nos interesan y ya, ¿qué esfuerzo estamos haciendo realmente? Esto puede traducirse en tolerancia, y la voy a llevar hasta el extremo de ser tolerantes con aquellos con los que no compartimos nuestra religión y, en general, nuestras creencias. El Padre es tolerante con sus hijos “malos” y “buenos”, y nos trata a todos por igual. Así que, como hijos de Él, el reto es ser como nuestro Padre.

¡Feliz inicio de semana!

lunes, 4 de diciembre de 2017

Fariseo o publicano

Lucas 18:10-14: Dos hombres subieron al Templo a orar. Uno era fariseo y el otro publicano. 11  El fariseo, puesto de pie, oraba en su interior de esta manera: "Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano... 12  Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de todas mis entradas. 13  Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: "Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador". 14  Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque el que se hace grande será humillado y el que se humilla será enaltecido.

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A veces nos comportamos como el fariseo, cuántas veces no he escuchado a hermanos cristianos y católicos decir cosas como las que dice el fariseo. “Yo estoy salvo porque diezmo”, “Yo estaré en el banquete eterno del Señor”, “Yo no soy como los demás pues asisto a tal o cual Iglesia”. Yo mismo he cometido el error de llamar a algunos como pertenecientes a tal “secta”, cuando a la final no entendía exactamente en qué creía. Y qué sucede al final: todos somos pecadores.

En éste pasaje Jesús nos recuerda que a la final lo mejor es ser humildes. Ninguno tiene la verdad a ciencia cierta, ni cristianos, ni católicos, ni musulmanes, ni budistas… cada uno tiene una aproximación a una verdad que ha aprendido de sus antepasados y sus maestros.

Nosotros los cristianos seguimos a Jesús, no sé exactamente si todos, porque a veces citan más a Pablo o Pedro que al propio Jesús. En lo particular, prefiero citar a Jesús pues es como ir a la fuente, lo que escribió Pedro, Pablo o Juan fue para los cristianos del primer siglo. Está bien que lo consideremos, pero les invito a reflexionar más en las palabras de Jesús que en las palabras de cualquiera de los apóstoles.

Pienso que si llegamos a ser más tolerante con aquellos que no piensan igual que nosotros es posible que nos acerquemos más los unos con los otros, y comenzamos a entender que tenemos más en común de lo que creemos.


Feliz inicio de semana.