Cuando tenía seis años, le dio su madre un cántaro y
lo envió a sacar agua para traerla a casa. Pero tropezó con la gente y el
cántaro se rompió.
Jesús, extendiendo el manto con que se cubría, lo
llenó de agua y se lo llevó a su madre.
Al ver su madre el milagro acaecido, besó dulcemente a
Jesús. Y guardaba en su corazón los misterios que lo veía realizar.
Evangelio del Pseudo Tomás, 11
Feliz domingo.
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