Seguimos con el Evangelio Árabe de la infancia,
estando María, José y Jesús en Egipto ocurrieron este evento (capítulo 16 y 17):
16. Allí permanecieron honrados y agasajados durante
tres días, hasta que dejaron la casa de los esposos. Se marcharon bien
provistos de vituallas y llegaron a una aldea habitada donde se preocuparon por
buscar albergue. Allí había una mujer reputada y distinguida que se había ido a
lavar al río y, al ver el lugar desierto, se despojó de sus ropajes para
bañarse. Entonces, apareció en forma de serpiente y, abalanzándose sobre ella,
se enroscó en su vientre y, siempre que se acercaba la noche, la atormentaba:
acoplaba su boca sobre la de ella y la penetraba con su cola como hace un
hombre.
Esta mujer al ver a María con el Niño en el regazo, se
apasionó con toda su alma y dijo: “Dámelo que lo tome en brazos y lo bese”. Así
lo hizo e inmediatamente la serpiente se desenroscó, por lo que todos los
presentes loaron al Dios Altísimo. Aquella mujer haría una buena obra.
17. Al día siguiente, aquella mujer tomó agua
perfumada para lavar al Niño. Tras haberlo lavado, se valió de la misma agua
para enjuagar a una joven que había allí y cuyo cuerpo estaba blanco a causa de
la lepra. Al derramar el agua sobre ella, la joven se purificó, quedando sana
al instante. Los paisanos no dudaron que José, María y el Niño eran dioses y no
humanos. Cuando se aprestaban a partir del pueblo, se les acercó la muchacha y
les suplicó si podía acompañarlos y, como consintieron, los siguió.
* * *
Recordando que este texto no es parte de los
evangelios aprobados por la iglesia católica, podemos notar algunos hechos un
poco fantásticos, en primer lugar, el hecho de que la serpiente hiciera a la
mujer lo que dice el texto. Y en segundo lugar, que consideraran a María, José
y el Niño como dioses no humanos, es decir, “extraterrestres”; bueno, no
pretendo ser una especie de J. J. Benítez ni mucho menos.
A lo que si debemos prestar atención es que con el
solo hecho de besar al Niño, la mujer atormentada por la serpiente (digamos que
se trate de sus pecados) se libera, y luego, ella que fue curada por Jesús,
ahora hace una buena obra con otra mujer que tenía lepra. Este hecho en sí, es
un milagro aún más bonito pues se trata de la buena obra de una mujer
agradecida con Dios.
Y ahora la reflexión: ¿Cuántas buenas obras realizamos
cuando nos sentimos bendecidos por Dios?